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miércoles, 26 de agosto de 2015

Bulimia emocional

De las artes plásticas en un primer momento, pasando después por la literatura (pseudo-artes plásticas, pseudo-literatura), le llega ahora el turno a la lírica en verso (pseudo-poesía). Es la necesidad de expresar el torrente de sentimientos acallados que llevo por dentro. Necesidad que se está volviendo de cada vez más intensa, más imperiosa, más irrefrenable, como la fuerza del agua que rompe los muros que la encierra y la contiene. O más bien, como el impulso incontrolable de la náusea que provoca el vómito: agrio, hiriente y maloliente. Que acuchilla las entrañas. Y así vomito trazos, líneas y versos, en un intento de aliviar el dolor; intento que sin embargo me está conduciendo a una bulimia emocional perpetua y continua, sin retorno.


sábado, 25 de julio de 2015

Encuentros con la ciudad

He aquí mi momento estético con la noche y la ciudad. Sobre mi cabeza, pueden leerse las palabras "santa", "bar" y "milagro". A mi derecha, una papelera que se encontraba llena de libros. A mi izquierda, una manifestación de a̶r̶t̶e̶ ̶u̶r̶b̶a̶n̶o̶ vandalismo que reza, en letra pequeña, "Viva la utopía".

"Yo, que pierdo la vida cada noche
Y el horror de ser yo me decapita
Quiero aprender de lo que resucita
De este sagrado y mágico derroche
Salvar mi sangre de la sed del lobo
De uña y de colmillo ensangrentado
Por este mundo cansado y malvado
Donde florece como una luna el diente"
Leopoldo María Panero

Adoro la luz anaranjada de las farolas y el polvo gris del cemento.



martes, 19 de mayo de 2015

The right way to hold a spoon

Excede cualquier expresión lingüística. Se encuentra fuera del alcance de los vocablos; las palabras no pueden abarcar la descripción. No puedo hablarlo, sólo sentirlo.
Si acaso, cuando escucho esta canción, puedo reproducir mentalmente cada rasgo de su rostro.

Las primeras notas comienzan dibujando, delicadamente, la torsión redondeada de sus rizos, de uno en uno; poco a poco, lentamente, repite el patrón de las ondas de su cabello, cada curva de sus bucles, una tras otra: rizos, rizos y rizos... Se detiene. Continúa perfilando la finura del contorno aterciopelado de sus pómulos, descendiendo hasta su mentón. Momento ambiguo, que me llena de tormento. Y aparece el perfil que podría reconocer a mil kilómetros de distancia, entre mil millones de personas anónimas. En silencio, la melodía sube por la mejilla opuesta. Devienen otras desnudas pero nítidas notas que esbozan su intensa mirada; diminutas notas de piano dibujan sus ojos, como el movimiento ondulatorio de dos gotas al caer en el agua, que al mismo tiempo, siento como dos punzadas de aguja en mi corazón. Tinta negra sobre blanco. Esos ojos castaños, inteligentes, atentos, bajo la expresión seria y adulta de su ceño...  Incluso puedo observar cada una de sus pestañas. Desciende la música por su nariz, esculpida en marfil, hasta alcanzar sus labios: redondeados, suaves y... me tengo que callar. Casi puedo ver esa maravillosa sonrisa, que me hace tan feliz. En este momento recuerdo la sonrisa que en una ocasión me dedicó. La he recreado tantas veces, que se ha convertido en una toma de cine congelada, acartonada, en color sepia. Entonces, mi alma se funde con el universo:  se me abre un abismo en el pecho. Quedaron unos rizos, los que se asoman detrás de las orejas. Finalmente, en los últimos segundos del tema, la imagen se diluye, como una cucharada de sal en el mar.

Continúan siendo sólo palabras mediocres que no lograrán nunca abarcar la inmensidad de Charlie.

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viernes, 14 de febrero de 2014

Angelito

"Hay dos clases de memoria visual: con una, recreamos diestramente una imagen en el laboratorio de nuestra mente con los ojos abiertos (y así veo a Annabel, en términos generales tales como «piel color de miel», «brazos delgados», «pelo castaño y corto», «pestañas largas», «boca grande, brillante»); con la otra, evocamos instantáneamente con los ojos cerrados, en la oscura intimidad de los párpados, el objetivo, réplica absolutamente óptica de un rostro amado, un diminuto espectro de colores naturales (y así veo a Lolita)."
Lolita,  Vladimir Nabokov

No me gustaba Platón, antidemocrático, elitista, arrogante; no me gustaba su ontología, la Teoría de las Ideas. Y con eso que me encuentro con unos ojos negros, que me observan con curiosidad, con atención, respeto y en silencio. En menos de un segundo, a través de esa mirada he viajado al mundo de las ideas, y la belleza perfecta ha acariciado la piel de mi rostro como los rayos del sol en una tarde de primavera. Y para cuando soy consciente de lo sucedido, allí estoy, plantada delante de él, rodeada de gente, en el mundo cotidiano, el mundo sensible. El alma que ha caído a la tierra ha olvidado todo y y perdido sus alas; pero "viendo la hermosura de este mundo y acordándose de la verdad, toma alas y, una vez alada, desea emprender el vuelo" (Platón). Por ello el amor es filósofo. Por ello a través de su mirada sensible, recuerdo la belleza perfecta ya conocida.


Y no puedo añadir nada más, no hay palabras en este mundo que alcancen describir las sensaciones de esta revelación.

Esta noche (September 12, 2013 · 9:46 pm)

Esta noche duermo con Baco, en un lugar en el que me siento extraña.
Tal y como comentaba Arendt, soy apátrida. No me reconozco en un país que me impone una cultura lejana que no siento como mía.
No me reconozco en las manifestaciones nacionalistas ocurridas en estos últimos días, a pesar de que puedo llegar a entenderlas, tampoco me conmueven desde lo más profundo de mi esencia.
No me reconozco en unas tierras que a pesar de ser las que me han visto nacer, me han llegado a llamar “puta forastera”.
No me reconozco en las culturas con las que he tenido contacto en mi entorno laboral, porque a pesar de que me he esforzado en poder hablar sus idiomas, siempre me sitúan en un nivel subordinado, convirtiendo mi ilusión y mi interés hacia su Volkgeist en un hilillo de humo de cigarrillo gris azulado que atraviesa la oscuridad de mi alma.
Quizás por ello mi pareja me cautivó desde el primer momento, por la lejanía de sus orígenes y su extraño idioma, que al escucharlo me hace sentir lo que realmente soy: extraterrestre.
No tengo patria ni orígenes, porque éstos últimos han sido aniquilados con un tiro en el pecho, donde un público desconocido llora ante una tragedia griega que nunca tuvo lugar, simplemente porque no existió.
Pensaba que se trataba de cosmopolitismo, pero ahora resulta que no tengo patria.
Por todo ello, esta noche me lanzaré a a los brazos de Baco, para que llene de sentido todo mi extrañamiento, mediante un beso de color rubí.

Caminante sin meta (SEPTEMBER 7, 2013 · 9:10 PM)

Septiembre es mi Enero. Las primeras lluvias tras el largo verano me traen nuevas esperanzas de transformar mis ilusiones, mis propósitos, mis objetivos, aunque termine todos los años abocada a esta apatía existencial, tras evidenciar como mis intentos de trazar mi propia línea en la vida desaparecen sin dejar rastro, como dibujadas en el agua. Tan sólo una huella en el corazón, eso mismo que la gente suele llamar “experiencia”.
El caso es que irremediablemente siempre vuelvo a intentarlo. Quizás sea producto de mi mente bulliciosa, de mi curiosidad insaciable, o simplemente instinto de supervivencia darwiniana, ya que si desistimos, todo habrá terminado.
Así las cosas, desde hoy comienzo una rutina autoimpuesta por ¿salir de la vida sedentaria (es lo que tiene la condición de estudiante prorrogada con contrato indefinido)? ¿llevar una vida sana? ¿luchar contra mi inminente celulitis? ¿o arrastrada por las modas que aparecen en las revistas de belleza?
Salir a caminar. Yo no sé lo que es hacer ejercicio en serio. Sin embargo parece ser que caminar es en sí misma una actividad muy saludable: reduce el colesterol, previene la diabetes, mantiene la presión arterial a raya, mantiene los huesos en buen estado (todo esto suena a conversación postmenopáusicas), y lo que más me interesa: mejora el estado de ánimo y es eficaz contra el insomnio.Mens sana in corpore sano, veamos si así puedo mantener a raya mis ataques de pánico.
He caminado durante 45 minutos a paso ligero y firme, sin detenerme. Posteriormente, he recorrido unos 20 minutos de manera más relajada, paseando. He decidido adentrarme en calles que no suelo transitar, que prácticamente no conozco. No he sabido con certeza hacia donde me dirigía, ni me interesaba tampoco especialmente ese punto, ya que el objetivo de la actividad es simplemente caminar.
Caminar sin una meta o un destino que alcanzar. Algo tan insignificante como eso ha transformado mi experiencia: La ciudad y yo. Abandonando por un rato la casa, abandonando las calles que recorro habitualmente, que forman parte de mi cotidianidad, y encontrarme en soledad ha sido como un pequeño exilio. Una nueva perspectiva, salir de mi habitual extrañamiento con el mundo para adentrarme en uno nuevo. De una manera muy similar a la que ocurre en mi vida, soy una caminante sin meta. Me detengo así a deleitarme en lo transitorio, en lo volátil, en lo efímero: las miradas que cruzo con los desconocidos transeúntes. Nuevos grafittis en las fachadas. Anuncios de circos y conciertos despedazados y descoloridos en los muros. Obras cubiertas de sucia arena gris. El cemento de las fachadas oscurecido por el paso del tiempo, las lluvias y la polución. Excrementos de perro por todas partes que terminan convirtiéndose en el polvo que respiramos. Soy una cucaracha marrón.
La ciudad es un lenguaje. Voy a convertir el caminar en una nueva forma de pensar.

miércoles, 22 de agosto de 2012

El hombre florero


Hoy quiero hablar de una tendencia que probablemente exista desde siempre, pero la casualidad ha querido que últimamente la observe con más asiduidad. Se trata del hombre florero, espécimen menos común que la mujer florero, pero no por ello menos interesante.

El hombre florero suele ser un hombre que no tiene un duro, o que no tiene ningún interés por esforzarse en trabajar, o que tiene muchas deudas. O las tres cosas a la vez. Por otra parte se destaca o bien por su belleza física o bien por su labia, por lo que es capaz de encandilar a la mujer, que a pesar de ser superior al hombre en millones de aspectos, en el momento en que ésta se enamora pierde por completo el sentido común y se convierte en un juguete en manos del otro.

El hombre florero ejerce un extraño influjo sobre la mujer, su atractivo físico es tal que la mujer no tiene palabras para expresar lo que siente al pasear junto a él cogidos de la mano por el parque, aunque sí tiene dinero en la cartera para pagarle la ropa, el alquiler, los caprichos, las deudas, lo que sea. En el otro caso, en el que este hombre florero no es que sea excesivamente guapo pero tiene tanta labia que hasta parece un argentino (con todo el respeto hacia los argentinos), es capaz de convencer a la mujer de cualquier cosa que se proponga, la mujer se ve deslumbrada por su plática, por ese hombre tan experimentado que ha vivido tanto y del que tiene mucho que aprender. ¡Y que pagar!

Y entonces la mujer enamorada se auto-engaña, ayayay el amor, ¡¡qué enfermedad!! es demencial.

De entre los casos avistados últimamente, distingo 3 diferentes tipos:

El primero de ellos es el de la mujer-cardo con el tío-bueno. Observarlos juntos es confuso, el asunto no cuadra de ninguna manera, la mente no te deja entenderlo. Es un panorama hasta grotesco. La mente humana tiene una serie de sensores estéticos que terminan en cortocircuito ante este cuadro. Y entonces por una milésima de segundo quieres creer en el amor, piensas que quizás esta mujer tiene alguna virtud que el tío bueno puede apreciar porque no es un hombre superficial, pero entonces te enteras que ese hombre no tiene un duro, que es un vividor, y que le saca a la mujer todo lo que quiere y más... es un caso de apoyo mutuo, ella obtiene una bonita estampa a su lado, un “a-pollo” y él un apoyo económico. Y tan contentos, oye...



El otro caso es el del hombre-vago y mujer-trabajadora. Este es más difícil de detectar, porque no resulta tan obvio a la vista. El hombre-vago suele ser alguien infantil, que no ha madurado nada, que en la actualidad se refugia en la crisis económica como excusa de que no tiene trabajo, pero en tiempos de bonanza tampoco trabajaba. Suele dormir de día y por las noches se las pasa jugando a la xbox junto a una coca-cola. No destaca por sus virtudes, sino por la ausencia de vicios: no es bebedor, no es jugador, no tiene adicciones, no da disgustos, no discute, sólo obedece a su ama. Es como un perrito faldero. Sólo que no trabaja. En este caso la mujer suele tener un trastorno por dependencia: “todos los hombres tienen algo, y le prefiero a él antes que a alguien que me dé disgustos”; ésta es la excusa tras la que se refugia. Ella llega agotada a casa tras un duro día de trabajo, y se encuentra a su hombre florero sentado jugando a la videoconsola. La cena sin preparar. ¿Me preparas la cena, cariño? Le dice el hombre a la mujer. Y ella se lo prepara, porque eso es mejor que llegar a casa y encontrarte a tu marido en la cama con otra. Tal como un florero, porque no sirve más que para adorno. Y tan contentos...


El tercer caso es el más morboso. Se trata del hombre-mayor experimentado con la mujer-joven e ingenua. Es una pareja en la existe una diferencia de edad entre ambos tal que se puede decir que el hombre ya tiene un pasado con historia. Es un hombre divorciado y con hijos de su relación anterior, que conoce a una mujer más joven y guapa, sin mucha experiencia y a la que hace creer que es “la mujer de su vida”. Lo más probable es que no tenga ni un duro y se aproveche de la ingenuidad de la joven, que además tampoco está nada mal físicamente. No le pasa la manutención a sus propios hijos pero a pesar de ello, le hace creer a la joven que formarán una familia. ¡¡¡Y ella se lo cree!!! porque está absolutamente convencida de que ella “es especial” y que con ella “va a cambiar” (cuánto daño ha hecho Anatomía de Grey...!!!) Lo peor de todo es que este hombre florero la trata fatal. Hace con ella lo que quiere, la abandona en función de los beneficios que le aporte, si en algún momento hay algo que no funciona, puedes estar bien seguro de que buscará en otra lo que necesita. Si pasado un tiempo se da cuenta de que esta chica le supone una serie de gastos, la abandona sin más. Pero llega el momento en que la joven puede recibir unos ingresos interesantes, o bien porque ha encontrado trabajo o bien por cualquier otro motivo, y el hombre-experimentado se convierte en una ovejita, le hace cuatro carantoñas... y la vuelve a tener comiendo de su mano. “Te prometo que voy a cambiar” le dice. “Y de paso, ¿me dejas un poco de dinero para llegar a fin de mes?” Por el interés, I love you Andrew. Y más que contentos...

A pesar de todo lo expuesto y contrariamente a la idea que puede haber dado todo lo dicho anteriormente, llegados a este punto quiero hacer una pequeña (no muy grande tampoco) reivindicación del hombre florero. Continuamos viviendo en una sociedad tan machista que el hombre florero se sitúa en una escala más baja y rastrera que la mujer florero. ¿Y qué problema hay con que una mujer mantenga a un hombre? Si los dos están de acuerdo, oye no hay nada que decir. En nuestra sociedad, el hombre que está en manos de una mujer se le considera un ser despreciable, sin ningún tipo de “hombría”. Pues que sepan que no nos falta mucho para que las mujeres alcancemos la hegemonía.

Ahora bien, no está bien que se aprovechen de una y se utilice a las personas como medios y no como fines en sí mismos. Allá cada uno... chicas, tened los ojos bien abiertos, porque se está mejor sola que mal acompañada.