Esta noche duermo con Baco, en un lugar en el que me siento extraña.
Tal y como comentaba Arendt, soy apátrida. No me reconozco en un país que me impone una cultura lejana que no siento como mía.
No me reconozco en las manifestaciones nacionalistas ocurridas en estos últimos días, a pesar de que puedo llegar a entenderlas, tampoco me conmueven desde lo más profundo de mi esencia.
No me reconozco en unas tierras que a pesar de ser las que me han visto nacer, me han llegado a llamar “puta forastera”.
No me reconozco en las culturas con las que he tenido contacto en mi entorno laboral, porque a pesar de que me he esforzado en poder hablar sus idiomas, siempre me sitúan en un nivel subordinado, convirtiendo mi ilusión y mi interés hacia su Volkgeist en un hilillo de humo de cigarrillo gris azulado que atraviesa la oscuridad de mi alma.
Quizás por ello mi pareja me cautivó desde el primer momento, por la lejanía de sus orígenes y su extraño idioma, que al escucharlo me hace sentir lo que realmente soy: extraterrestre.
No tengo patria ni orígenes, porque éstos últimos han sido aniquilados con un tiro en el pecho, donde un público desconocido llora ante una tragedia griega que nunca tuvo lugar, simplemente porque no existió.
Pensaba que se trataba de cosmopolitismo, pero ahora resulta que no tengo patria.
Por todo ello, esta noche me lanzaré a a los brazos de Baco, para que llene de sentido todo mi extrañamiento, mediante un beso de color rubí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario