m

m

miércoles, 22 de agosto de 2012

El hombre florero


Hoy quiero hablar de una tendencia que probablemente exista desde siempre, pero la casualidad ha querido que últimamente la observe con más asiduidad. Se trata del hombre florero, espécimen menos común que la mujer florero, pero no por ello menos interesante.

El hombre florero suele ser un hombre que no tiene un duro, o que no tiene ningún interés por esforzarse en trabajar, o que tiene muchas deudas. O las tres cosas a la vez. Por otra parte se destaca o bien por su belleza física o bien por su labia, por lo que es capaz de encandilar a la mujer, que a pesar de ser superior al hombre en millones de aspectos, en el momento en que ésta se enamora pierde por completo el sentido común y se convierte en un juguete en manos del otro.

El hombre florero ejerce un extraño influjo sobre la mujer, su atractivo físico es tal que la mujer no tiene palabras para expresar lo que siente al pasear junto a él cogidos de la mano por el parque, aunque sí tiene dinero en la cartera para pagarle la ropa, el alquiler, los caprichos, las deudas, lo que sea. En el otro caso, en el que este hombre florero no es que sea excesivamente guapo pero tiene tanta labia que hasta parece un argentino (con todo el respeto hacia los argentinos), es capaz de convencer a la mujer de cualquier cosa que se proponga, la mujer se ve deslumbrada por su plática, por ese hombre tan experimentado que ha vivido tanto y del que tiene mucho que aprender. ¡Y que pagar!

Y entonces la mujer enamorada se auto-engaña, ayayay el amor, ¡¡qué enfermedad!! es demencial.

De entre los casos avistados últimamente, distingo 3 diferentes tipos:

El primero de ellos es el de la mujer-cardo con el tío-bueno. Observarlos juntos es confuso, el asunto no cuadra de ninguna manera, la mente no te deja entenderlo. Es un panorama hasta grotesco. La mente humana tiene una serie de sensores estéticos que terminan en cortocircuito ante este cuadro. Y entonces por una milésima de segundo quieres creer en el amor, piensas que quizás esta mujer tiene alguna virtud que el tío bueno puede apreciar porque no es un hombre superficial, pero entonces te enteras que ese hombre no tiene un duro, que es un vividor, y que le saca a la mujer todo lo que quiere y más... es un caso de apoyo mutuo, ella obtiene una bonita estampa a su lado, un “a-pollo” y él un apoyo económico. Y tan contentos, oye...



El otro caso es el del hombre-vago y mujer-trabajadora. Este es más difícil de detectar, porque no resulta tan obvio a la vista. El hombre-vago suele ser alguien infantil, que no ha madurado nada, que en la actualidad se refugia en la crisis económica como excusa de que no tiene trabajo, pero en tiempos de bonanza tampoco trabajaba. Suele dormir de día y por las noches se las pasa jugando a la xbox junto a una coca-cola. No destaca por sus virtudes, sino por la ausencia de vicios: no es bebedor, no es jugador, no tiene adicciones, no da disgustos, no discute, sólo obedece a su ama. Es como un perrito faldero. Sólo que no trabaja. En este caso la mujer suele tener un trastorno por dependencia: “todos los hombres tienen algo, y le prefiero a él antes que a alguien que me dé disgustos”; ésta es la excusa tras la que se refugia. Ella llega agotada a casa tras un duro día de trabajo, y se encuentra a su hombre florero sentado jugando a la videoconsola. La cena sin preparar. ¿Me preparas la cena, cariño? Le dice el hombre a la mujer. Y ella se lo prepara, porque eso es mejor que llegar a casa y encontrarte a tu marido en la cama con otra. Tal como un florero, porque no sirve más que para adorno. Y tan contentos...


El tercer caso es el más morboso. Se trata del hombre-mayor experimentado con la mujer-joven e ingenua. Es una pareja en la existe una diferencia de edad entre ambos tal que se puede decir que el hombre ya tiene un pasado con historia. Es un hombre divorciado y con hijos de su relación anterior, que conoce a una mujer más joven y guapa, sin mucha experiencia y a la que hace creer que es “la mujer de su vida”. Lo más probable es que no tenga ni un duro y se aproveche de la ingenuidad de la joven, que además tampoco está nada mal físicamente. No le pasa la manutención a sus propios hijos pero a pesar de ello, le hace creer a la joven que formarán una familia. ¡¡¡Y ella se lo cree!!! porque está absolutamente convencida de que ella “es especial” y que con ella “va a cambiar” (cuánto daño ha hecho Anatomía de Grey...!!!) Lo peor de todo es que este hombre florero la trata fatal. Hace con ella lo que quiere, la abandona en función de los beneficios que le aporte, si en algún momento hay algo que no funciona, puedes estar bien seguro de que buscará en otra lo que necesita. Si pasado un tiempo se da cuenta de que esta chica le supone una serie de gastos, la abandona sin más. Pero llega el momento en que la joven puede recibir unos ingresos interesantes, o bien porque ha encontrado trabajo o bien por cualquier otro motivo, y el hombre-experimentado se convierte en una ovejita, le hace cuatro carantoñas... y la vuelve a tener comiendo de su mano. “Te prometo que voy a cambiar” le dice. “Y de paso, ¿me dejas un poco de dinero para llegar a fin de mes?” Por el interés, I love you Andrew. Y más que contentos...

A pesar de todo lo expuesto y contrariamente a la idea que puede haber dado todo lo dicho anteriormente, llegados a este punto quiero hacer una pequeña (no muy grande tampoco) reivindicación del hombre florero. Continuamos viviendo en una sociedad tan machista que el hombre florero se sitúa en una escala más baja y rastrera que la mujer florero. ¿Y qué problema hay con que una mujer mantenga a un hombre? Si los dos están de acuerdo, oye no hay nada que decir. En nuestra sociedad, el hombre que está en manos de una mujer se le considera un ser despreciable, sin ningún tipo de “hombría”. Pues que sepan que no nos falta mucho para que las mujeres alcancemos la hegemonía.

Ahora bien, no está bien que se aprovechen de una y se utilice a las personas como medios y no como fines en sí mismos. Allá cada uno... chicas, tened los ojos bien abiertos, porque se está mejor sola que mal acompañada.



No hay comentarios: