"Hay dos clases de memoria visual: con una, recreamos diestramente una imagen en el laboratorio de nuestra mente con los ojos abiertos (y así veo a Annabel, en términos generales tales como «piel color de miel», «brazos delgados», «pelo castaño y corto», «pestañas largas», «boca grande, brillante»); con la otra, evocamos instantáneamente con los ojos cerrados, en la oscura intimidad de los párpados, el objetivo, réplica absolutamente óptica de un rostro amado, un diminuto espectro de colores naturales (y así veo a Lolita)."
Lolita, Vladimir Nabokov
No me gustaba Platón, antidemocrático, elitista, arrogante; no me gustaba su ontología, la Teoría de las Ideas. Y con eso que me encuentro con unos ojos negros, que me observan con curiosidad, con atención, respeto y en silencio. En menos de un segundo, a través de esa mirada he viajado al mundo de las ideas, y la belleza perfecta ha acariciado la piel de mi rostro como los rayos del sol en una tarde de primavera. Y para cuando soy consciente de lo sucedido, allí estoy, plantada delante de él, rodeada de gente, en el mundo cotidiano, el mundo sensible. El alma que ha caído a la tierra ha olvidado todo y y perdido sus alas; pero "viendo la hermosura de este mundo y acordándose de la verdad, toma alas y, una vez alada, desea emprender el vuelo" (Platón). Por ello el amor es filósofo. Por ello a través de su mirada sensible, recuerdo la belleza perfecta ya conocida.
Y no puedo añadir nada más, no hay palabras en este mundo que alcancen describir las sensaciones de esta revelación.
m

viernes, 14 de febrero de 2014
Esta noche (September 12, 2013 · 9:46 pm)
Esta noche duermo con Baco, en un lugar en el que me siento extraña.
Tal y como comentaba Arendt, soy apátrida. No me reconozco en un país que me impone una cultura lejana que no siento como mía.
No me reconozco en las manifestaciones nacionalistas ocurridas en estos últimos días, a pesar de que puedo llegar a entenderlas, tampoco me conmueven desde lo más profundo de mi esencia.
No me reconozco en unas tierras que a pesar de ser las que me han visto nacer, me han llegado a llamar “puta forastera”.
No me reconozco en las culturas con las que he tenido contacto en mi entorno laboral, porque a pesar de que me he esforzado en poder hablar sus idiomas, siempre me sitúan en un nivel subordinado, convirtiendo mi ilusión y mi interés hacia su Volkgeist en un hilillo de humo de cigarrillo gris azulado que atraviesa la oscuridad de mi alma.
Quizás por ello mi pareja me cautivó desde el primer momento, por la lejanía de sus orígenes y su extraño idioma, que al escucharlo me hace sentir lo que realmente soy: extraterrestre.
No tengo patria ni orígenes, porque éstos últimos han sido aniquilados con un tiro en el pecho, donde un público desconocido llora ante una tragedia griega que nunca tuvo lugar, simplemente porque no existió.
Pensaba que se trataba de cosmopolitismo, pero ahora resulta que no tengo patria.
Por todo ello, esta noche me lanzaré a a los brazos de Baco, para que llene de sentido todo mi extrañamiento, mediante un beso de color rubí.
Tal y como comentaba Arendt, soy apátrida. No me reconozco en un país que me impone una cultura lejana que no siento como mía.
No me reconozco en las manifestaciones nacionalistas ocurridas en estos últimos días, a pesar de que puedo llegar a entenderlas, tampoco me conmueven desde lo más profundo de mi esencia.
No me reconozco en unas tierras que a pesar de ser las que me han visto nacer, me han llegado a llamar “puta forastera”.
No me reconozco en las culturas con las que he tenido contacto en mi entorno laboral, porque a pesar de que me he esforzado en poder hablar sus idiomas, siempre me sitúan en un nivel subordinado, convirtiendo mi ilusión y mi interés hacia su Volkgeist en un hilillo de humo de cigarrillo gris azulado que atraviesa la oscuridad de mi alma.
Quizás por ello mi pareja me cautivó desde el primer momento, por la lejanía de sus orígenes y su extraño idioma, que al escucharlo me hace sentir lo que realmente soy: extraterrestre.
No tengo patria ni orígenes, porque éstos últimos han sido aniquilados con un tiro en el pecho, donde un público desconocido llora ante una tragedia griega que nunca tuvo lugar, simplemente porque no existió.
Pensaba que se trataba de cosmopolitismo, pero ahora resulta que no tengo patria.
Por todo ello, esta noche me lanzaré a a los brazos de Baco, para que llene de sentido todo mi extrañamiento, mediante un beso de color rubí.
Caminante sin meta (SEPTEMBER 7, 2013 · 9:10 PM)
Septiembre es mi Enero. Las primeras lluvias tras el largo verano me traen nuevas esperanzas de transformar mis ilusiones, mis propósitos, mis objetivos, aunque termine todos los años abocada a esta apatía existencial, tras evidenciar como mis intentos de trazar mi propia línea en la vida desaparecen sin dejar rastro, como dibujadas en el agua. Tan sólo una huella en el corazón, eso mismo que la gente suele llamar “experiencia”.
El caso es que irremediablemente siempre vuelvo a intentarlo. Quizás sea producto de mi mente bulliciosa, de mi curiosidad insaciable, o simplemente instinto de supervivencia darwiniana, ya que si desistimos, todo habrá terminado.
Así las cosas, desde hoy comienzo una rutina autoimpuesta por ¿salir de la vida sedentaria (es lo que tiene la condición de estudiante prorrogada con contrato indefinido)? ¿llevar una vida sana? ¿luchar contra mi inminente celulitis? ¿o arrastrada por las modas que aparecen en las revistas de belleza?
Salir a caminar. Yo no sé lo que es hacer ejercicio en serio. Sin embargo parece ser que caminar es en sí misma una actividad muy saludable: reduce el colesterol, previene la diabetes, mantiene la presión arterial a raya, mantiene los huesos en buen estado (todo esto suena a conversación postmenopáusicas), y lo que más me interesa: mejora el estado de ánimo y es eficaz contra el insomnio.Mens sana in corpore sano, veamos si así puedo mantener a raya mis ataques de pánico.
He caminado durante 45 minutos a paso ligero y firme, sin detenerme. Posteriormente, he recorrido unos 20 minutos de manera más relajada, paseando. He decidido adentrarme en calles que no suelo transitar, que prácticamente no conozco. No he sabido con certeza hacia donde me dirigía, ni me interesaba tampoco especialmente ese punto, ya que el objetivo de la actividad es simplemente caminar.
Caminar sin una meta o un destino que alcanzar. Algo tan insignificante como eso ha transformado mi experiencia: La ciudad y yo. Abandonando por un rato la casa, abandonando las calles que recorro habitualmente, que forman parte de mi cotidianidad, y encontrarme en soledad ha sido como un pequeño exilio. Una nueva perspectiva, salir de mi habitual extrañamiento con el mundo para adentrarme en uno nuevo. De una manera muy similar a la que ocurre en mi vida, soy una caminante sin meta. Me detengo así a deleitarme en lo transitorio, en lo volátil, en lo efímero: las miradas que cruzo con los desconocidos transeúntes. Nuevos grafittis en las fachadas. Anuncios de circos y conciertos despedazados y descoloridos en los muros. Obras cubiertas de sucia arena gris. El cemento de las fachadas oscurecido por el paso del tiempo, las lluvias y la polución. Excrementos de perro por todas partes que terminan convirtiéndose en el polvo que respiramos. Soy una cucaracha marrón.
La ciudad es un lenguaje. Voy a convertir el caminar en una nueva forma de pensar.
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