Voy a intentar hacer una reflexión acerca de la enajenación en el mundo actual. Sabemos que el contexto en el que vivió Marx es bastante distinto al actual sin embargo creo que puede ser interesante debido a los tiempos de crisis en los que vivimos. Me centraré sobre todo en el sector turístico de los países del primer mundo porque es el que mejor conozco.
Analizando primeramente en qué dimensiones Marx afirma que se produce la enajenación del hombre en el trabajo, sabemos que éstas son 4:
1) Enajenación del hombre con el producto de su trabajo.
2) Con el acto de producción.
3) Como ser genérico.
4) Del hombre respecto al hombre.
Estamos hablando de un contexto en el que las que las familias abandonaban (eran expulsadas de) sus campos para trabajar, todos y cada uno de ellos incluyendo los niños a cambio de un sueldo mísero, en las urbes, donde se levantaban grandes fábricas que el desarrollo tecnológico del momento llenaban de máquinas que permitían, mediante la división del trabajo, grandísimos beneficios para los propietarios de esos medios de producción, es decir, los capitalistas burgueses.
Los proletarios trabajaban ante una maquina realizando un solo movimiento de manera repetitiva durante jornadas larguísimas, en unas condiciones infrahumanas y sin los derechos laborales de los que ahora disponemos.
El contexto laboral actual en los países desarrollados es bastante distinto al contexto laboral contemporáneo a Marx. Se han ido alcanzando unos derechos laborales, depende del convenio pero a grandes rasgos se puede hablar de la jornada laboral de 40 horas semanales, indemnizaciones por despido, vacaciones pagadas, etc.
Con el nacimiento de la sociedad del bienestar las familias pudieron obtener crédito para realizar compras que anteriormente no hubiesen podido contemplar, tales como coches, electrodomésticos, y con las vacaciones pagadas, la realización de viajes (ocio). Con el desarrollo económico del último siglo el sector terciario, el sector de los servicios, ha ido creciendo de manera muy significativa, configurándose como el sector más importante dentro del PIB en los países del primer mundo.
La característica más destacable del sector servicios es la intangibilidad. Es un producto que no puede comprobarse antes de su adquisición, del cual se dispone y se produce en un momento y lugar determinados: la recepción en un hotel, la traducción de una guía turística en un museo, disposición de información acerca de un destino en una agencia de viajes, el asesoramiento fiscal... Se trata entonces de un tipo de trabajo de persona a persona (tengo que decir en el presente la revolución digital está cambiando radicalmente también este sector). El factor humano es aquí el más importante. Cuando un turista regresa a su ciudad de origen después de su estancia en otro distinto al de su entorno habitual, el trato recibido, los recuerdos y las experiencias que la persona se lleva de ese viaje están también adheridas a todos los prestadores de servicios involucrados. Ejemplo: la sensación de bienestar o malestar al pisar el hotel se relacionará inevitablemente con la voz, la cara y el trato proporcionado por el recepcionista.
1)Parece ser que se ha superado la primera dimensión de la que Marx hablaba que se producía la enajenación del hombre con su producto: El producto del servicio se encuentra inherente en el prestador del servicio, es suyo. En el caso de la venta de productos, que es también un servicio (el vendedor no las realiza sino que las vende) pueden existir incentivos por comisión, lo que hace que el producto y el beneficio no sean únicamente propiedad del capitalista inversor.
2)La segunda dimensión parece también superada ya que al tratarse de un producto intangible, el proceso de la prestación del servicio dependerá de la manera de proceder de cada trabajador en el que se entremezclan muchos factores (educación, idiomas, simpatía, amabilidad, conocimientos, experiencia y una larga lista).
3 y 4)La prestación de un servicio hace que la relación entre el trabajador-cliente sea más empática, ya que se trata de satisfacer una necesidad o demanda. Se trata de una relación humana. El objetivo es que cada prestación se ajuste a las necesidades del demandante de manera que debe ser adaptada según las circunstancias.
Por otra parte se suelen desarrollar en las grandes empresas de servicios unas políticas corporativas para que el trabajador se integre en la empresa, se trabaje en equipo con una conexión a nivel interdepartamental, se ofrecen ventajas al trabajador por formar parte de la plantilla (descuentos, premios, viajes, etc.)
Y no sólo desde la relación trabajador-empresa (conjunto de trabajadores) sino también trabajador-entorno, ya que de cada vez más se intentan adaptar a la empresa las presiones sociales de conciencia con el medio-ambiente o sociedad (como es el caso de The Body Shop que lucha contra la pederastia o La Caixa con su obra social y fundación en el Gran Hotel de Palma, por nombrar algunos).
Y después de describir este mundo tan bonito y perfecto preparaos porque os voy a contar... la verdad!!!: que nos han engañado.
En la actualidad la gente continúa enajenada pero es una forma de enajenación más sofisticada y mucho más difícil de desentrañar debido a la complejidad que han alcanzado las relaciones en la sociedad actual.
En mi opinión existen en la actualidad 2 factores de enajenación que Marx no pudo contemplar: el márketing y el consumismo. Y la última se deriva de la anterior.
En el mundo actual absolutamente todo gira entorno al márketing, y no me refiero únicamente al márketing promocional televisivo, sino al márketing en todos los niveles, un márketing que se ha filtrado en las relaciones personales, en las laborales, en las decisiones políticas, e incluso en el humanismo y el arte (por ejemplo, es arte o es una obra de arte aquello que tiene detrás toda una campaña publicitaria que apoye que eso es arte). En la política actual sucede lo mismo, ya que las campañas de márketing no sólo publicitan un partido político o un personaje político, sino que además realizan una serie de estudios psicológicos para determinar qué factores emocionales pueden llevar un ciudadano a sentir simpatía por un partido o personaje político, y guían sus “meetings” para que hablen de una determinada manera e influir por la vía emocional en los ciudadanos, en lugar de hacerlo a través de una ideología o programa electoral sólido y bien argumentado. El resultado es una serie de ciudadanos que votan a partidos que jamás les beneficiarán con una fe que se escapa de la racionalidad, y un sentimiento de pertenencia a un grupo.
La libertad de elección está coaccionada por el márketing, que afecta también al mundo laboral. La percepción actual del trabajo en los países desarrollados es que el desarrollo profesional conduce al desarrollo personal. Algunos de nuestros padres o abuelos, vivieron en su infancia situaciones de miseria debido a la post-guerra civil española, y ello unido al crecimiento económico que se derivó del boom turístico de los '60 ha hecho que estas últimas generaciones, nacidas en democracia, crezcan con esa idea inculcada de que debemos tener un futuro mejor que el de nuestros padres, eso significa tener un trabajo mejor: un trabajo en el sector servicios, en el que se puedan desarrollar nuestras potencialidades y no en una cadena de montaje o recogiendo algodón en el campo. Sin embargo esta idea se ha ido distorsionando a causa del márketing y del consumismo y en lugar de desarrollar la creatividad o el bienestar de una sociedad, lo que se busca es un ESTATUS: quiero ser el primero en mi empresa para obtener el “estatus” de directivo, comprarme un BMW y veranear en las islas Fiji. Surge así una competencia en el puesto de trabajo para alcanzar dicho estatus. Es en este punto donde surge la enajenación del punto 4, la del hombre con el hombre, porque contrapone los mismos trabajadores. En muchas ocasiones se promueven las situaciones de competencia proponiendo premios en función de unos resultados a alcanzar, que no tiene otro objetivo más que el aumento del beneficio del capitalista dando lugar a conflictos entre trabajadores, y entre trabajador-directivo ya que el primero quiere ocupar el puesto del segundo. El trabajador del mundo actual se encuentra enajenado con el hombre.
Desde mi punto de vista a partir de aquí se deriva también la enajenación del trabajador con su género (3) y con su producto (1), ya que a pesar de que el servicio es inherente al propio trabajador, el sistema de comisiones descrito anteriormente no lo hace más suyo: por alcanzar ese aumento de sueldo (con el que podrá adquirir productos más caros y aumentar así el estatus social) es capaz de recurrir a estrategias no éticas con el ser humano y con el medio ambiente (fraudes, engaños, timos). El empresario utiliza el trabajador dándole esa comisión o “mejores condiciones de trabajo” (ascensos, coche de empresa, dietas, etc.) para augmentar su beneficio: también está enajenado.
Respecto a la segunda dimensión, la enajenación del trabajador con el acto de la producción, es difícil de determinar por la naturaleza intangible del servicio, sin embargo me atrevería decir que en esos términos, el trabajador también continúa enajenado en algunas ocasiones: en algunos casos, se le deja al trabajador un margen de actuación de manera que él mismo pueda determinar cómo actuar para la realización de su trabajo, e incluso se valoran rasgos de su personalidad ya que pueden encajar bien en la realización de un servicio (simpatía, hablar de una determinada manera). Sin embargo, todos conocemos el caso de algunos prestadores de servicios que no tienen ningún margen de libertad para decidir cómo realizar su trabajo, como son los agentes telefónicos, entre otros, que se asemejan más a un robot o máquina ya que tienen fuertes imposiciones y reglamentos que les describen al último detalle cómo deben proceder. Se trata una vez más de estrategias de márketing.
En el contexto de Marx, el augmento del beneficio del capitalista se producía, entre otras cosas, porque el trabajador se convertía en una mercancía más. Pienso que en la actualidad el trabajador no es tratado como una mercancía, sino como un número: hemos pasado de una economía real a una economía financiera, en la que los costes lo dominan todo, y la nómina de un trabajador es un coste más para la empresa, como el coste de las materias primas o de las instalaciones o de cualquier otro tipo, en lugar de ser pensada como una inversión (inversión entendida como una inversión humana que proporciona a la empresa un valor con sus conocimientos, técnicas y humanindad). De manera que ese coste se reemplaza por el más barato, evitando a toda costa situaciones en las que un trabajador puede “salir caro”: contratos basura, desigualdades de género (mujer y embarazo), e incluso el mobbing empresarial, es decir, el acoso del trabajador en su puesto de trabajo para que se vaya por su propio pie y ahorrarse así el pago de la indemnización por despido. Cuando llega el momento de realizar al trabajador el contrato indefinido por causas legales, éste se reemplaza por otro, al que se realiza otro contrato basura, evitando así situaciones de riesgo en el futuro e ignorando el tiempo y las enseñanzas que se le han invertido al trabajador. Esto es así, como he dicho, porque el trabajador no es una inversión sino un coste. El trabajador, más que una mercancía, es un número, de manera que continúa cosificado.
El humanismo del que se quiere dotar al mundo laboral actual es un humanismo disfrazado que oculta situaciones de enajenación más difíciles de determinar si utilizamos las dimensiones de Marx, de manera que habría que pensar la enajenación de manera distinta, en cualquier caso, mi opinión es que el trabajador continúa enajenado, aunque él lo ignore debido al mundo dominado por el márketing y el consumismo en el que vivimos.