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martes, 20 de septiembre de 2011

Cuánto hemos cambiado

Personas a las que ves y crees que han cambiado. No sólo se ven distintos, sino que además se muestran y presentan distintos. En principio uno no los reconoce. “Ahora yo...” “Si, de hecho yo ya...” “No, la verdad es que ahora no...”. Pero en realidad no han cambiado ni un ápice. Tan sólo puede uno darse cuenta si en lugar de mirar los ojos en sus ojos, se mira el alma. O si en lugar de escuchar sus palabras, se escuchan sus actos. En ocasiones es evidente, pero a veces no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde.

Personas a las que ves y crees que siguen como siempre. Continúan con sus vidas. -”¿Cómo estás?” -“Bien, como siempre”- responden. Continúan con sus cónyuges. Los niños son más grandes, pero ellos trabajan en la misma empresa. O continúan con sus estudios. Llevan el mismo peinado. Siempre hará ese movimiento raro con la pierna al caminar. De hecho se le reconoce por esa chaqueta que tiene desde hace años.

Pero en realidad se ha transformado. Es otra persona. Ahora sus palabras no representan las cosas del mundo. Ahora sus palabras son hechos del mundo. El brillo en su mirada es ligeramente distinto aunque uno no se dé cuenta de ello en un primer momento.


Ha nacido una flor en su pecho. Y con cada paso en el mundo se abre más y más. La semilla es la misma, eso nunca cambiará. Pero sus pétalos inundan el espacio antes ocupado de vacía ingenuidad, ilusión, imaginación. Poder, esperanza.

No es algo negativo. Ahora es más sabia que antes y puede discernir a través de los ojos el valor de las auténticas personas. Ya no está atrapada en el mundo representado. Junto a su sonrisa siempre infantil hay una mirada más inteligente.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Mi profesor M. T.

Tengo en mi habitación un carrito con ruedecitas, utilizado comúnmente para colocar las verduras en la despensa, repleto de libros, ya que mi economía no da para comprarme una estantería como dios manda. Colocando mis libros estaba yo hace algunos días, cuando di con un libro que compré hace unos años: The catcher in the rye, de Salinger. Original en inglés. Lo compré en mi primer año de Turismo, al descubrir una tienda en la ciudad de libros en inglés y alemán. Ni que decir tiene que no lo he leído.
El caso es que tenía el libro entre mis manos y me detuve a pensar: “¿cuánto tiempo hace ya?”. Diez años. Diez años hace ya, de cuando mi profesor de inglés de 3ero de ESO nos recomendó que leyéramos El guardián entre el centeno.
Yo tengo la inmensa suerte de decir que he tenido profesores maravillosos. Desde luego, los mejores se pueden contar con los dedos de una mano (e incluso me sobran dedos) y uno de ellos es, indudablemente, M. T.
Cartorce o quince años tenía yo cuando M. nos enseñaba inglés en mi instituto. Recuerdo la época como una nube de ingenua felicidad, melodrámadica a la vez por esos pequeños grandes problemas de una pubescente, completamente alterada por las hormonas, en la que la razón de mi vida giraba únicamente en torno a mis amigos, y me pasaba el día haciendo tonterías. Debíamos de ser un coñazo para M. Pasábamos completamente de los profesores. Pero a pesar de ello, nos dejó huella a mí y a la mayoría de mis compañeros. Nos resolvía las dudas de biología; llevábamos música a clase; Nos contaba anécdotas de Londres y del extraño humor inglés; Sus historias nos dejaba completamente embelesados. A mí me trajo una biografía de Boney M en inglés que todavía conservo. Recuerdo que cuando nos contó que le gustaba la música jazz, mis amigas y yo buscamos algo de jazz para escuchar.

Con todos esos recuerdos en la mente me pregunté qué habría sido de M., así que me puse en plan CSI con el dios Google y descubrí que es traductor para la editorial Acantilado. Sin pensármelo dos veces me fui a la librería que tengo al lado de casa para llevarme lo primero que encontrara traducido por M. y adquirí La tía Mame de Patrick Dennis.
Y ayer no pude soltar el libro en toda la noche. Es divertidísimo, ¡hay tanto de mí en la tía Mame! Por suerte, mi único sobrino (de diez años también) no es huérfano, pero sí intento llevarle más allá de la educación que recibe en su colegio aburrido. Me reconozco en la ingenuidad y en la mala (y a la vez buena) suerte de esa dama excéntrica e inquieta.

Ahora que han pasado los años, he ido a la Universidad, he trabajado, he aprendido también cosas de la otra universidad (la de la vida), puedo apreciar de corazón la labor de esos profesores que con tanto cariño recuerdo. Y en este caso, la de M. Quizás algún día tenga la suerte de encontrármelo en un restaurante, en una conferencia o simplemente por la calle, y pueda darle en persona las gracias, por haberme enseñado algo en la vida (aunque la lista de los verbos irregulares continúe siendo una pesadilla), por haberme dado ejemplo, por despertarme la curiosidad. Hasta entonces sólo puedo hacerlo desde aquí.
Voy a comenzar el segundo ciclo de la Licenciatura en Filosofía. Al fin he encontrado mi pasión. Y me gustaría algún día ser una profesora como él.
Prometo que voy a leer The catcher in the rye, aunque sea diez años después, claro que sí!